Ejemplos:
El flautón
no sirve para cantar solo, pues a más
de ser inexpresivo, es muy débil
en su región
grave y agresivo en la región
aguda; pero a la octava superior de otros instrumentos hace resaltar la
melodía,
a modo de una pincelada de color.
La flauta puede
cantar muy bien en casi toda su extensión,
pero debe estar a gran distancia de la harmonía,
y acompañada
de timbres débiles,
para que se destaque bien. El grave de la flauta es uno de los timbres
más
bonitos de la orquesta, sobre todo uniendo dos flautas, en cuyo caso la
sonoridad se parece a la de trompetas lejanas. Las mejores combinaciones de la
flauta son: a la octava aguda del clarinete, y a dos octavas con el clarinete y
el fagot, dando en los dos casos un sonido agradable, que empataste bien con la
cuerda.
El oboe, a causa
de su sonido tan personal, se destaca enseguida, y esto es preciso tenerlo en
cuenta cuando forma parte de la harmonía,
porque puede muy bien desequilibrarla. Es muy expresivo y de gran efecto cuando
comienza a cantar solo; pero cansa a los pocos
compases, quizás
por su timbre especial. Al unísono
del clarinete produce un sonido agrio, pero que puede ser de efecto en algunos
casos.
El clarinete es,
sin duda, el instrumento más
útil
de este grupo. Canta bien a solo, con sonido dulce y agradable, y su
región
grave se presta para los efectos dramáticos
o misteriosos, uniéndose
bien al fagot en unísono
y en octavas. Pero la gran cualidad de los clarinetes es el color neutro de su
regién
central, insustituible en la orquesta como fondo harmónico, ya ellos
solos, ya en unión
de las trompas. La región
grave es buena también
como harmonía,
pero da siempre cierto tinte dramático.
El clarinete se une muy bien con los instrumentos de cuerda.
El fagot canta
bien a solo (aunque no se emplee mucho en este sentido), destacándose
sobre todo en los momentos patéticos
y en los grotescos, a que se presta su región
grave.
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